La puerta a un mundo invisible
Cuando Evelio llegó al Instituto Pauster de París en 1968 su mundo cambió. Allí, este microbiólogo y profesor de la Universidad de Sevilla fue asistente de investigación y conoció los microscopios que utilizó el aclamado científico. Y fue también allí donde nació una pasión que a sus 80 años aún perdura. Ahora, ha querido transmitir su fascinación por este singular aparato a la Universidad de Sevilla, a quien ha donado parte de la que se considera la mayor colección de microscopios antiguos como instrumentos científicos de Europa.
La Universidad contará con 40 microscopios, de los 200 de que consta el Fondo Perea-Borobio, fabricados entre los años 1760 y 1945, diseñados por 66 fabricantes diferentes de Europa, Canadá y Estados Unidos, y recopilados durante cuarenta años por él, Evelio José Perea Pérez, y por su mujer, María Victoria Borobio Enciso, también microbióloga y profesora de la US. Otra parte del Fondo Perea-Borobio irá a parar a la Real Academia Nacional de Medicina en Madrid, mostrando la historia del microscopio en medicina, y al Museo Nacional de Ciencias de Madrid, destino de un conjunto de microscopios “muy raros”, dedicados a las exploraciones científicas que han usado los exploradores y las tropas coloniales.
Algunos de estos fueron usados por los grandes científicos de la historia como Darwin, Pasteur, Virchow, Withering, Ramon y Cajal
La colección de microscopios donados a la US muestra la evolución de este artilugio a lo largo del tiempo. Algunos de estos fueron usados por los grandes científicos de la historia como Darwin, Pasteur, Virchow, Withering, Ramon y Cajal. El conjunto se mostrará en el futuro museo de la Universidad, y que contará con más de 200.000 piezas entre obras de arte, material bibliográfico, fotográfico, pedagógico, documental y científico.
La colección de microscopios donados a la US muestra la evolución de este artilugio a lo largo del tiempo. Algunos de estos fueron usados por los grandes científicos de la historia como Darwin, Pasteur, Virchow, Withering, Ramon y Cajal. El conjunto se exhibirá en el futuro museo de la Universidad, que contará con más de 200.000 piezas entre obras de arte, material bibliográfico, fotográfico, pedagógico, documental y científico.
“Cuando me adentré en los microscopios, descubrí no un mundo, sino un universo”, explica con entusiasmo el profesor, convencido de que “es el instrumento que más ha transformado la vida de la sociedad”, no solo de la ciencia, sino también de la medicina, la veterinaria, la industria alimentaria, la mineralogía, las ciencias forenses, la criminología, entre otras.
“Es el instrumento que más ha transformado la vida de la sociedad”
Así, poco a poco, con la emoción incontenible de hallar nuevas joyas el profesor fue haciéndose con una pequeña colección que exhibía en su departamento, gracias también a su trabajo durante un tiempo en Europa. Algunas de las piezas las encontraba escondidas en anticuarios y las reparaba meticulosamente, para devolverles su esplendor. Otras, a través de numerosas subastas en las que adquiría nuevos modelos, con la única limitación económica del costo, a veces astronómico de algunos microscopios. “La premura por encontrar hermosas piezas para la colección y la incertidumbre de volverlas a encontrar si dejábamos escapar la oportunidad, formaron parte de esta aventura”, afirma Evelio.
Pero no fue hasta que se jubiló, cuando ya pudo dedicarse por completo a su afición y reconstruir la evolución histórica de un instrumento que “al principio se usó para la curiosidad, luego para la ostentación y después para el trabajo diario”, explica.
Nos cuenta que ha evolucionado, como el automóvil, a tenor de las necesidades, con tres grandes productores: Inglaterra, Alemania y Francia. La fabricación más grande ha sido la inglesa, porque coincide con el imperio colonial, que contaba con muchos medios, y con la revolución industrial, que le confiere una “gran capacidad de fabricar instrumentos extraordinarios con una mecánica realmente maravillosa”.
“Cuando me adentré en los microscopios, descubrí no un mundo, sino un universo”
A pesar de la variedad de marcas inglesas van a ser las alemanas las que entran en la fabricación en cadena y sobrepasan al resto de los demás fabricantes, tanto franceses como ingleses, resistiendo incluso la llegada de la óptica japonesa más moderna.
Como curiosidad, Evelio nos relata que hasta 1850 se trata de un instrumento para personas pudientes, que la sociedad usa como elemento de prestigio social. Por ejemplo, Luis XV hizo un gabinete de microscopio-joya que se encuentra en Versalles. La experiencia y la devoción de este matrimonio por el microscopio quedará recogida pronto en un libro que ya está editado por la Universidad de Sevilla, y que condensa cómo “estas pequeñas máquinas maravillosas, de mecánica precisa y diseño ingenioso y elegante” han abierto la puerta al conocimiento y han desentrañado lo desconocido, ese mundo invisible que nos gobierna y que tantos avances ha brindado a la ciencia y al progreso de la humanidad.
La humilde joya de la corona
El más preciado de todos los que posee el Fondo Perea-Borobio es un microscopio Willats, fabricado en 1855, pequeño, muy sencillo y barato, pero de gran valor emocional para el matrimonio, ya que fue el primero fabricado como instrumento para la medicina. Lo realizó un fabricante pensando en el trabajo de los médicos de entonces y jugó un papel indispensable para conocer los tumores y en citología, y que con Pasteur abrió el mundo de la microbiología. “Lo compré en un estado lamentable y gracias a la colaboración de un taller de platería de Sevilla que trabaja conmigo, lo hemos puesto en la misma situación que cuando se fabricó”, explica Evelio Perea.