Martín Caparrós
Nacido en Buenos Aires, exiliado en Europa desde la dictadura militar, Martín Caparros es un buen conversador que sonríe tras cada pregunta. De profesión periodista y escritor, en el fondo lo que le apasiona es remover conciencias. Definido como el mejor cronista actual de América Latina, es autor de obras tan ambiciosas como La Historia, El Hambre y Ñamérica, y acaba de publicar Sarmiento, sobre el docente y político que presidió Argentina entre 1868 y 1874. Tenemos la oportunidad de hablar con él tras su participación en la US en unas jornadas sobre viajes, arte y literatura.
Los lectores tenemos una idea del novelista, del escritor, como alguien merecedor de envidia. Pero es un oficio duro en el que se acumulan palos y desengaños.
Supongo que lo más duro es saber que estás haciendo algo que a muy poca gente le importa. La gente que se interesa por una buena novela o un buen ensayo es ínfima frente a la que se interesa por el resto de las cosas. Si de un libro se venden 20 000 ejemplares es un éxito, pero si un programa de radio lo escuchan 30 000 personas los echan al día siguiente. Por no hablar de grandes cantantes o futbolistas. Y esa idea de trabajar para pocos, pese a todo, pesa. Uno querría hacerse ilusiones de que está trabajando para la sociedad… pero en síntesis en general tratamos de no darnos cuenta. Aunque cuando lo piensas tres minutos no tienes más remedio que aceptarlo.
Hace un año se publicó Ñamérica, una mezcla de crónica y ensayo sobre un territorio conformado por diecinueve países, con 12 000 kms de largo y más de 420 millones de personas. Un libro del que usted dijo 'No quería ofrecer certezas sino dudas'. ¿Cree que tras un año en la calle ha conseguido su objetivo en los lectores?
Quizás haya dejado algunas dudas… El libro intentaba revisar la idea que tenemos sobre América Latina en un principio, y luego me ceñí a los países que hablan castellano. Por eso lo llamé ‘Ñamérica’. Me centré en estos países que hablan un solo idioma, cosa que nos parece normal pero que es algo único en el mundo. A menudo hay un país que hable 20 idiomas, pero 20 países que hablen un mismo idioma, es algo que no existe. Es una realidad que valía la pena repensar en conjunto. Probablemente la última tentativa fue la de Eduardo Galeano en 'Las venas abiertas' y hace ya más de cincuenta años. El continente cambió mucho por lo que la idea era restablecer ciertas dudas sobre esas certezas que ya no corresponden a ninguna realidad, en muy diversos temas. Cuando pensamos en América Latina la pensamos sobre todo términos de naturaleza con selvas, ríos, montañas…. pero ahora es la región más urbanizada del mundo. Otro lugar común es que es la región más violenta del mundo y para analizarlo estudié el siglo XX, en el que las víctimas de la violencia pública o de los Estados (hambrunas, guerras…) en Europa fueron unos 80 millones de personas, en Asia fueron como 100 millones, en África alrededor de 15… y en América Latina hubo menos de dos millones. A partir de los años 80/90 casi todo se privatiza en América Latina, al igual que la violencia. Es la violencia privada, en la que ciertos grupos de empresarios quieren hacer lo que han hecho siempre los ricos, extraer y exportar materia prima, en este caso coca, y como era un mercado muy disputado necesitaban grupos armados, violentos, para defenderlo. A partir de ahí sí es cierto que se forma una espiral de violencia en algunos países como Colombia, México, Honduras, Salvador o Guatemala. Pero el resto tiene tasas de violencia muy semejantes al resto del mundo. Por tanto, en los distintos planos del libro procuro repensar esos lugares comunes para tratar de entender qué somos ahora realmente.
El mundo está complicado. ¿Estamos los periodistas a la altura del momento en el que vivimos?
Últimamente repito mucho una frase de Borges que dice 'Le tocaron como a todos los hombres tiempos difíciles en que vivir'. Siempre tenemos la sensación de que nuestros tiempos son los más complicados. Si uno se pone a comparar cómo está el mundo ahora a cómo estaba hace cien años, estamos infinitamente mejor, y así sucesivamente. En cuanto a si los periodistas estamos a la altura… probablemente estamos mucho más a la altura que los periódicos. Últimamente, en muchos lugares, las mejores producciones periodísticas tienen que ver con iniciativas personales, gente que se busca la vida para contar historias y subirlo a una web. Y al principio puede que no tenga mucha difusión, pero si el trabajo es bueno va a circular. Esto es un cambio fuerte en la economía de los medios ya que ahora es mucho más fácil publicar. En este sentido es mucho mejor, pero es necesario que haya gente con ganas de hacer cosas buenas. Y las hay pero no son muchas, nunca fueron muchas.
El nuevo periodismo tiene múltiples herramientas. Usted escribe ensayo y novela, es articulista, y tiene más de 170 mil seguidores en Twitter. ¿Cuál es la más efectiva a la hora de hacer llegar un mensaje?
No lo se. Hablamos de los distintos medios que se pueden utilizar, pero los que yo uso son bastante arcaicos, centrados en la palabra escrita o grabada. Hay generaciones de periodistas que usan muchos otros: el vídeo, el trabajo de datos, vínculos… El periodismo solía ser un trabajo de lobo solitario y ahora es un trabajo de equipo, considero que es uno de los cambios más interesantes de todos los tiempos. Creo que es un trabajo de equipo, por un lado, porque las comunicaciones son mucho más fáciles a la hora de trabajar personas de distintos países sobre un mismo tema, y por otro lado porque como se van a usar técnicas tan diferentes (el vídeo, el montaje, el escritor…) hace falta una cantidad de saberes que se coordinan y hacen que el trabajo en equipo sea necesario.
Desde hace algunas semanas publica todos los sábados en El País una serie titulada ‘El mundo entonces’ en el que una historiadora lee nuestro mundo desde el 2020. Creo que se lo está pasando bomba haciendo lecturas de la actualidad casi perversas…
(Risas) Perverso es un calificativo que no me merezco…la idea de base era armar una especie de panorama actual de lo que hacemos ahora. Un poco una forma encubierta de mirar el detalle y no tener ni idea del contexto. Si ahora vemos que se mueren en el mundo tres de cada mil niños nacidos vivos pensamos que el porcentaje tres por mil es catastrófico, sobre todo si no sabemos que hace cincuenta años era treinta por mil. Para entender lo que estamos contando hay que conocer el contexto. Y esa es la idea base de esta serie, 'El mundo entonces'. Por supuesto los datos de cada tema los reúno yo, no una máquina, por lo que obviamente soy yo quien les da el punto de vista que más me interese. Ojalá llegara a ser algo perverso, pero definitivamente sí es cierto que lo estoy pasando bien.
¿Por qué ha elegido una mujer de narradora, y además historiadora?
Me parecía mejor. He tenido varias veces narradoras femeninas, tanto en las ficciones como en las no ficciones. Si me pongo a pensarlo… en mi primera novela, escrita en los años 80, había tres o cuatro personajes y uno de ellos era una mujer. Me costó armar a una mujer de 22 años que se contaba a sí misma. Y un tío mío psicoanalista me dijo que me había salido muy bien la voz de mujer, muy femenina. Y para mí fue uno de los pocos elogios que recuerdo. Quizás sea por eso que de vez en cuando sigo buscando alguna voz femenina. En este caso daría lo mismo porque es una narradora muy distante que casi no interviene, pero me gustaba que fuera mujer y que fuera historiadora. Estudié Historia en París y muchas de mis profesoras eran mujeres, como Michele Perrault, y eran extraordinarias.
En Ñamérica me centro en los países de América Latina que tienen un solo idioma
Los periodistas estamos mucho más a la altura que los periódicos
Para entender lo que estamos contando hay que conocer el contexto. Y esa es la idea base de la serie 'El mundo entonces'
Se encuentra en Sevilla invitado a participar en las jornadas ‘El viaje infinito: Los viajes en la Literatura, el Arte y la Vida’. En relación a este encuentro le doy a elegir entre tres libros: Alicia a través del espejo, de Lewis Carrol, Las ciudades Invisibles de Italo Calvino o Viajes con Herodoto, de Ryszard Kapuscinski.
No hay color. Precisamente hay un periódico de Colombia que todos los años me pregunta sobre cuál fue el hecho cultural que más me interesó en el año. Y mi respuesta ha sido tener el placer de saber que ya sabía suficiente italiano como para releer 'Las ciudades invisibles' de Italo Calvino, en italiano. Es uno de los libros que me da más placer y lo he leído muchas veces.
El Mundo es nuestro
El escritor argentino publica en El País cada semana un nuevo episodio de la obra en la que cuenta cómo es el mundo en 2022 desde el punto de vista de una narradora, Agadi Bedu, de 2120.