La US regresa al borde del espacio
De diez meses a un año es lo que se tarda de media en llevar al borde del espacio un pseudosatélite, pero un equipo de estudiantes de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería (ETSi) y de la Escuela Politécnica Superior de Ingeniería de la Universidad de Sevilla lo han logrado en tan solo seis meses, materializado además con un presupuesto ajustado.
El lanzamiento del cubesat, que ha alcanzado los 19 kilómetros de altura, se produjo con éxito el pasado 4 de octubre en el aeródromo de León, a bordo de la góndola en un globo estratosférico de la empresa B2Space.
Bajo el nombre de Fly Your Cubesat US (FyCUS 23), la Universidad de Sevilla ha llevado a cabo este proyecto por segundo año consecutivo con el objetivo fundamental de formar a los estudiantes en disciplinas técnicas, de ingeniería aeroespacial, ingeniería electrónica e ingeniería de gestión, y convertirlos así en el germen de la naciente industria del espacio, que prevé pronto demanda de profesionales.
Vehículo, aviónica, sensores, antena de seguimiento y todo el software necesario han sido desarrollados e integrados por el grupo FyCUS, con el soporte del Secretariado de Transferencia del Conocimiento y Emprendimiento y la ETSI, ambas de la Universidad de Sevilla.
Los tiempos en los que se ha logrado hablan claramente de la calidad de los estudiantes que ha intervenido
Francisco Rogelio Palomo Pinto, profesor de Ingeniería Electrónica de la Escuela que coordina este año el proyecto, explica que todo ha salido bien, aunque el esfuerzo ha sido muy grande y los tiempos en los que se ha logrado hablan claramente de la calidad de los estudiantes que ha intervenido.
Palomo Pinto detalla que además del objetivo de aprendizaje, este proyecto puede servir como “banco de pruebas” para que empresas mapeen zonas agrícolas o prueben sensores que midan la ubicación del sol o los niveles de radiación del ambiente, entre otras muchas funciones, tales como detectar zonas agrícolas infrautilizadas para colocar plantas de energía renovables o medir la desertificación de Doñana. Se suma además el hecho de que el coste de una misión como esta es mucho más reducido y sin los riesgos que entraña una misión orbital, aunque se parezca a ella en un 85%.
Los estudiantes muestran una gran satisfacción por la experiencia y el trabajo realizado, movidos por la pasión común que sienten por el mundo aeroespacial
La experiencia del año pasado ha sentado las bases para el logro de los objetivos de esta misión. Antonio Franco Espín, profesor del Departamento de Ingeniería Aeroespacial y Mecánica de Fluidos de la ETSi, que coordinó el proyecto de FyCUS 22, asegura que algunas de estas contribuciones a la misión de este año han sido el protocolo de comunicaciones o el uso de placas de electrónicas y de cámaras, aunque -apunta- “este año se han dado pasos de gigante en las baterías”.
Los alumnos han mostrado orgullosos “las tripas” del cubesat, entre las que se encuentran la batería a las que se la puede considerar el músculo; la electrónica, el cerebro, que lleva el control, las medidas de los sensores, la toma de decisiones y la comunicación con tierra; el corazón, que es la placa de potencia y se encarga de distribuir la energía que toma de las baterías y de las placas solares; y la carga útil del experimento, que puede servir para tomar imágenes, para hacer mediciones, etc.
El objetivo es formar a los estudiantes en disciplinas técnicas y convertirlos en el germen de la naciente industria del espacio
A las baterías, uno de los grandes éxitos del proyecto, se refiere el alumno, Alejandro Rivera, del Departamento de Estructuras de Fycus, explica que uno de los principales retos del proyecto ha sido hacer que la temperatura interna del cubo fuera la adecuada para el funcionamiento de los componentes internos. Para ello, han encontrado una alternativa que combina placas solares y baterías. Para que todo funcionara las baterías no podían estar ni muy calientes, ni muy frías. Calentadores químicos han ayudado a esa función, una propuesta de las empresas colaboradoras que esperan perfeccionar más adelante.
Precisamente de los retos que han enfrentado en el proyecto ha hablado Carlos Martínez, alumno en el Departamento de Aviónica de Fycus, que considera que han sido la comunicación entre los departamentos del equipo, establecer una línea cronológica con las tareas a cumplir para que la electrónica tenga éxito y una gestión eficiente de la cadena de suministro, es decir, adquirir todos los componentes y encargar la fabricación de las placas, que es lo que ha supuesto gran parte del tiempo.
“Tanto la telemetría como la electrónica de abordo de los sensores ha salido todo como esperábamos”, asegura Julio Arévalo, que dentro del equipo trabajó en el diseño de la electrónica.
En tierra se coloca una antena de seguimiento automático con dos motores, que sigue automático al satélite y recibe información sobre él, detalla Alberto Rivero. Su elaboración ha sido gracias a un trabajo minucioso del alumnado y a los maestros de taller del Departamento de Ingeniería Aeroespacial en la ETSi, y cuenta en su construcción con impresión 3D.
El director de la ETSi, Andrés Sáez, ha afirma que el carácter multidisciplinar del proyecto ha enriquecido mucho a los alumnos pues que trabajen con alumnos de otras facultades o escuelas o que dentro del mismo proyecto haya distintas disciplinas “les acerca a la práctica profesional, es un valor añadido que es necesario explotar”.
Para el próximo curso, cuentan ya con una estructura diseñada por Fycus y fabricada por Indaero, que está valorada en 3 000 euros, y esperan contar con el saber hacer de los participantes de este año. Todos muestran una gran satisfacción por la experiencia y el trabajo realizado, movidos por la pasión común que sienten por el mundo aeroespacial, que junto al apoyo de empresas patrocinadoras como Indaero Grupo Emergy, Temai Ingenieros, Solarmems, y el tesón de la Universidad de Sevilla por estos proyectos, es lo que les ha permitido volar tan alto.