Formando Juristas del siglo XXI: las competiciones de litigación
Nuestra Facultad de Derecho, cinco veces centenaria, ha formado extraordinarios juristas a lo largo de su historia. Y, sin duda, sigue haciéndolo.
Los estudiantes Carmen Jiménez Jurado y Francisco Placín Vergillo se han proclamado recientemente ganadores de la sexta edición de la Competencia Internacional de Derechos Humanos "CUYUM" en la Universidad Nacional de Cuyo (Mendoza, Argentina). No es banal ni el premio ni el contexto: competían en relación con un mecanismo de protección de derechos humanos que apenas ocupa una lección en una asignatura optativa en la Facultad de Derecho de nuestra Universidad. Ello situaba a nuestros jóvenes en desventaja notoria frente al resto de equipos, todos latinoamericanos, formados en la jurisprudencia específica de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Las competiciones internacionales de litigación (también llamadas Moot Court) son un modelo de enseñanza-aprendizaje en el que los estudiantes de Derecho compiten por equipos como litigantes ante un Tribunal internacional -judicial o arbitral- en la resolución de un asunto ficticio. Los equipos se enfrentan a un caso muy complejo (con narraciones de hechos de hasta 30 páginas), sin poder escoger la parte por la que litigan. Deben desarrollar su propia estrategia de litigación, presentando memorias escritas con extensión y plazos limitados. Y en las comparecencias orales, en las que deben exponer sus argumentos en tiempo medido, son sometidos a las preguntas de los jueces o árbitros sin parar el reloj, aprendiendo así a reformular su discurso para el tiempo restante, sobre la marcha. Y todo ello, en una labor integrada, con una sola voz, funcionando como una pieza única y compleja y no como asesores individuales.
Soy profesora desde hace más de dos décadas y nunca trabajé en un despacho de abogados, en un tribunal ni nada parecido. El mundo de las competiciones en litigación me ha abierto una puerta al mundo del ejercicio profesional. Me ha sacado de la biblioteca y me ha llevado a la sala de audiencias, a las reuniones de estrategia procesal, a entender la relevancia del discurso y la argumentación, la seguridad en la forma y en el contenido.
Llegué a este mundo hace poco más de cinco años de la mano de varios colegas extranjeros, invitada como juez en distintas competiciones internacionales. Desde mi primera sesión, compartida con abogados, magistrados y otros académicos, la experiencia me abrió los ojos a una nueva manera de trabajar en la enseñanza del Derecho: el entusiasmo de los estudiantes, la calidad de la formación que demostraban, el crecimiento personal, profesional y humano de esos jóvenes era tal que me hizo comprometerme. Despachos como Cuatrecasas lo ven claro: organizan cada año la fase nacional de la competición Jessup, como semillero de jóvenes promesas de la abogacía.
Por eso, desde el curso 2017-2018, he preparado cada año un equipo de estudiantes para representar a nuestra Facultad de Derecho en competiciones de litigación en derechos humanos: Carmen Martínez Grados, Mª Luisa Giráldez Rodríguez, Julia E. García Álvarez, Blanca Valverde Rodríguez, Sara Ruiz Teja, Marta García Navarro, Stefan R. Vidal López, Carmen Martínez Jurado, Francisco Placín Vergillo… han sido quienes se han atrevido con el desafío, conquistando diplomas al mejor memorial, acceso a semifinales, hasta llegar a proclamarse los dos últimos campeones en una competición internacional. A todos ellos sin diferencia, mi reconocimiento y mi admiración.
Hasta el presente, nuestros éxitos se han basado en el compromiso personal en la preparación de los equipos, ayudada los dos últimos años por la extraordinaria capacidad de la doctoranda Iraida Giménez, y en el afán de estudiantes que realizan la actividad como Trabajo Fin de Grado. La Facultad de Derecho nos ha venido apoyando en las competiciones nacionales; y la pandemia -no hay mal que por bien no venga- nos ha permitido participar en competiciones internacionales virtuales como las VI CUYUM, cuya inscripción pudimos pagar con los honorarios de conferencias que impartí en la Universidad organizadora de la competición.
El mundo de las competiciones en litigación me ha abierto una puerta al mundo del ejercicio profesional
En este contexto, planteo -con el apoyo del equipo de dirección del Departamento de Derecho internacional público y relaciones internacionales- seguir avanzando en la idea de poder crear una Clínica de Litigación Internacional, fruto de nuestro compromiso con la protección de los derechos humanos, y que el Profesor Juan Antonio Carrillo Salcedo sembrara en tantas generaciones de juristas. Esta Clínica permitiría modernizar la formación y ampliar el número de estudiantes participantes, con rondas internas de selección para las fases internacionales, una vía única para proyectar nuestra Universidad en el exterior.
El durísimo proceso de preparación de estos años nos ha enseñado que debemos reforzar la formación en habilidades complementarias como la oratoria, la psicología forense o el control escénico, que darían alas a nuestros ya excelentes estudiantes en las competiciones.
Las competiciones internacionales de litigación son un modelo de enseñanza-aprendizaje en el que los estudiantes de Derecho compiten por equipos como litigantes ante un Tribunal internacional -judicial o arbitral- en la resolución de un asunto ficticio
Sería necesario apoyo institucional para crear sinergias, reducir la dificultad burocrática y algo de financiación. La captación y gestión de fondos públicos para actividades que benefician a estudiantes singularizados es un obstáculo reiterado. Por ello pero no sólo, también debemos implicar al sector privado. Queremos encontrar las alianzas con despachos, asociaciones y fundaciones que reconozcan el valor añadido de formar a nuestros estudiantes en el compromiso social, en el ejercicio profesional y en el trabajo en equipos jurídicos multidisciplinares.
No dudo que todo ello está al alcance de una Universidad como la nuestra, grande, sabia, centenaria, excelente.