Rafael Ortiz, galerista
Apasionado del arte desde niño, cuando visitaba las galerías de la mano de su padre -pintor y aficionado a la creación-, el galerista Rafael Ortiz cuenta, bajo una mezcla de humildad y fervor, cómo ha dedicado su vida a promocionar el arte contemporáneo en una ciudad ardua en la tarea. Durante estos días, expone en el CICUS ‘Un silbido al viento’, una selección de obras de cuatro décadas de trabajo, un mosaico de voces, técnicas y miradas que celebran el aprendizaje compartido durante este tiempo y el poso que ese diálogo ha dejado en la cultura de Sevilla.
Su galería ha cumplido cuarenta años. ¿Cómo fueron los inicios y cuál era el objetivo principal?
Empezamos de una manera muy sencilla, sobre todo con el propósito de dar visibilidad a artistas de nuestra propia generación. Con el tiempo, la galería se convirtió en un punto de encuentro para muchos creadores. Ha sido un proyecto ilusionante, aunque también con momentos duros, especialmente en tiempos de crisis económica.
¿Podemos decir entonces que su trabajo es más una vocación que un negocio?
Sin duda. Yo siempre digo que esto es una actividad y una afición antes que un negocio. Si fuera solo un negocio, probablemente no estaría aquí hoy. La satisfacción de trabajar con artistas, coleccionistas y museos es lo que realmente hace que todo valga la pena.
Sevilla es una ciudad con una fuerte tradición artística. ¿Cómo ha sido la relación entre la galería y la ciudad?
Sevilla es una ciudad complicada para el arte contemporáneo. Su tradición barroca sigue muy presente y cuesta introducir nuevas formas de expresión. Desde la galería, intentamos cambiar esa situación, pero es un proceso lento. Aun así, hemos contado con un público fiel y hemos logrado que nuestros artistas sean reconocidos a nivel nacional e internacional.
¿Cuáles han sido las estrategias para sostener la galería a lo largo del tiempo?
Hemos tenido que idear muchas estrategias para sobrevivir. Desde la venta de obras a plazos hasta la realización de ediciones de grabados asequibles. Además, la participación en ferias internacionales ha sido clave para darnos visibilidad y generar nuevas oportunidades.
¿Y qué papel cree que han jugado las instituciones públicas en este proceso?
Lamentablemente, en algunos casos han llegado a suplantar el trabajo de las galerías en vez de complementarlo. Creo que su papel debería ser el de poner en contexto períodos históricos y trabajar con artistas ya consolidados, en lugar de competir con las galerías privadas en la promoción de nuevos talentos.
A lo largo de estos cuarenta años, ¿considera que la galería ha tenido reconocimiento en Sevilla?
Sí, pero sobre todo porque hemos salido fuera. Participar en ferias internacionales nos ha dado visibilidad y credibilidad. En eventos como ARCO, no seleccionan a cualquiera, y eso demuestra que el trabajo que hemos realizado ha sido reconocido.

Música con un instrumento de Adolfo Schlosser
La exposición ha acogido una acción musical protagonizada por Pedro Bonet, concertista de flauta y director del grupo de música barroca La Folía, y Chiqui Abril, galerista y editor. La acción se fundamenta en una pieza de Adolfo Schlosser que en estos momentos pertenece a la colección de Rafael Ortiz y que ha sido descolgada para ser utilizada en la acción musical.
