João Tordo, escritor portugués

Nos recibe con la serenidad de quien ha encontrado, a través de la literatura, su lugar en el mundo. João Tordo fue el último escritor que recibió el premio José Saramago en 2009 de manos del propio autor luso, un galardón que lo encumbró, a la vez que -asegura- le impuso una gran carga de responsabilidad. Liberado ya, tras más de 20 libros publicados, la gran certeza de João Tordo son sus personajes, a quienes, en una especie de veneración, debe la gracia de escudriñar aquello que le inquieta.

El novelista portugués se ha reunido este mes de mayo con sus lectores en el Consulado de Portugal de Sevilla, institución que junto a la Facultad de Filología de la Universidad de Sevilla lo ha traído para hablar de uno de sus trabajos, Felicidade.

¿Qué busca descubrir en sus novelas?
A mí me interesan los personajes y lo que puedo hacer con ellos. Me interesa poner a los personajes en situaciones muy difíciles y ver cómo se liberan de esos problemas. Las crisis son los momentos fundamentales de la vida del ser humano, pues es ahí donde te revelas, ves si eres más heroico, más cobarde, más tímido… Esta novela, Felicidade, cuenta la historia de un niño de 17 años que se enamora de una compañera y ella muere en sus brazos la primera vez que hacen el amor. Está inspirada en las tragicomedias griegas.

Muchas personas piensan que sus novelas son autobiográficas, ¿es cierto?
Los seres humanos en mis novelas son como un 'Frankenstein' de los que encuentro en mi vida real; son la mezcla de varias personas que conozco aquí y allí; y sus cualidades y sus defectos me inspiran para crear una persona ficticia, pero no es autobiográfico. Escribo cosas que no se producen en mi tiempo cronológico, no obstante, es fácil de comprender que la materia sensible de la ficción es toda la misma, son las emociones, que son comunes a nosotros y a los que vivían en el siglo III, que también sentían rabia, odio, amor, envidia y celos.

Aparecen en sus novelas referencias a mellizos, gemelos, con frecuencia. ¿Por qué?
Cuando nacimos éramos tres. Tengo una hermana gemela y tuve un hermano gemelo que murió con seis horas de vida. Cuando vives un hecho trágico, eso despierta la voluntad de conocer tu mundo un poco mejor, porque tienes un gran vacío dentro de ti.

¿Cómo describiría su obra?
Mis libros son criaturas de su propia existencia. Están hechos para ser leídos. Escribo libros para el lector medio, no tienes que ser un gran intelectual ni filólogo para entender mis libros. Me interesa contar historias que provoquen la mejor emoción posible. Son libros para todos.

¿De qué manera le gustaría que hablaran de su obra?
Cuando estaba empezando, para mí era muy importante lo que decía la prensa, los académicos. Tras 20 libros, estoy cada vez más distante de eso. Pienso en las personas que compran mis libros y los leen. No creo mucho en epitafios. Son más importantes los lectores y tengo una deuda de gratitud con ellos y, por eso, tengo esa relación de intimidad con ellos.

¿Qué significó el Premio José Saramago para usted?
El premio fue un gran regalo, pero al mismo tiempo me puso en una situación de expectativa muy grande en torno a mí mismo, hasta el punto de que pensaba que todos los libros que iba a escribir después del premio tenían que ser mejores que los de Saramago. Y yo no soy Saramago. En ese momento, te quedas muy inseguro, con mucho miedo. Lo paradójico es que el premio fue una catapulta enorme para mi carrera y al mismo tiempo, fue una especie de carga.

¿Qué ha supuesto el premio en el panorama de la literatura nacional e internacional?
Para los portugueses no es fácil tener una carrera fuera de Portugal. Es mucho más fácil para un escritor de lengua castellana, un francés o un inglés. Es una cuestión endémica. Las editoriales extranjeras tienen muy pocos lectores de portugués. Cuando te llega un escritor que no conoces, no tienes manera de leerlo, pero si te llega de un francés, un inglés, es más fácil. Tenemos que trabajar el doble o el triple que nuestros congéneres para llegar al mismo lugar.

Forma parte de una nueva generación de autores portugueses, ¿qué aporta esta generación a la literatura?
Es una generación no tan centrada en la literatura francesa como referente, ahora es menos francesa y más del mundo. Nuevas maneras de escribir, de pensar, de sentir. Con el nobel de Saramago se abrieron las puertas para la internacionalización de los escritores portugueses, aunque todavía no es fácil para un portugués.

¿Qué es la literatura para usted?
Es una forma de hablar de mí sin tener que hablar de mí, de hablar de ciertas cosas que son difíciles en el sentido filosófico o psicológico. La ficción tiene la magia de ser una metáfora para aquello que te inquieta. Felicidade, por ejemplo, me permite hablar de Eros, la figura griega de la pulsión de vida, del amor, y Tanatos, la figura griega de la muerte, de la destrucción. Tratar eso como un ensayista es muy aburrido, pero hacerlo desde el punto de vista de la ficción es muy divertido.

¿Siempre quiso ser escritor?
Fue una cuestión de no tener alternativa. Era un niño muy tímido e introspectivo, no había Netflix, ni redes sociales. La lectura fue mi salvación porque tenía otros mundos y otras aventuras que la realidad no me permitía vivir. Siempre fue un puerto de abrigo para mi experiencia como ser humano.

¿Qué lectura recomendaría al alumnado de nuestra universidad? De los portugueses, Pessoa y Saramago, y como clásicos imprescindibles Don Quijote, Moby Dick (Herman Melville) y El año de la muerte de Ricardo Reis (José Saramago).

Los escritores portugueses tenemos que trabajar el doble o el triple que nuestros congéneres para llegar al mismo lugar

Los seres humanos en mis novelas son como un “Frankenstein” de los seres humanos de mi vida real

El novelista portugués ha visitado la Universidad de Sevilla

El Premio José Saramago fue una catapulta enorme para mi carrera y al mismo tiempo fue una especie de carga

La literatura me permite hablar de cosas que me inquietan mucho, y hacerlo desde la ficción es muy divertido

Guionista para Netflix
Fui invitado para escribir una serie -basada en hechos reales- que se llama Rabo de Peixe. Es el nombre de una pequeña villa en la Isla de San Miguel, en las Azores, donde en 2001, una tonelada de cocaína llegó por un naufragio a la costa del pueblo. La cocaína destruyó el pueblo y tuvo grandes consecuencias a nivel social, ecológico y económico. Es la segunda serie original que Portugal tiene en Netflix. Pero cuando escribo para televisión y cine no soy el mismo. Escribo con un pequeño equipo de gente y no es un ejercicio de tanta libertad como cuando escribes solo, aunque me ofrece otros instrumentos para escribir. Es un ejercicio muy útil.