Tamara Infante
Tamara Infante es alumna del grado en Estudios Franceses de la Universidad de Sevilla. Lleva varios años participando en iniciativas de voluntariado en la US y ha viajado al Sáhara con una de las ayudas que concede la universidad para la formación en cooperación internacional al desarrollo. En este último voluntariado se ha dedicad, en concreto, a la enseñanza del español como lengua extranjera.
¿Por qué decidiste solicitar las ayudas para el voluntariado? Vi la publicación de la convocatoria porque soy una "friki del BINUS" y lo consulto todas las semanas. Revisando los proyectos encontré este que además de ajustarse al perfil profesional que quiero construir estaba firmado por un profesor muy comprometido y al que respeto mucho, Christoph Ehlers, y eso me dio la confianza definitiva. Consideré el viaje como oportunidad de trabajar en una realidad muy particular y aprender más sobre la situación del pueblo saharaui, pueblo con el tenemos una gran deuda.
¿Cómo describirías tu experiencia en el terreno?
Es difícil. Elegiré dos palabras porque explicarlo en todas sus dimensiones supondría demasiada extensión. Familiar y reconfortante. Familiar porque te sientes en una gran familia allí, todo el mundo muestra interés por ti y por los tuyos y son muy arropadores. Reconfortante porque vas con una idea, una imagen que es la que la mayoría de la gente tiene desde la lejanía. La pobreza, la nada, la soledad... Y no es que esto no exista, es que todo lo que existe alrededor, lo que las personas realmente son, sus modos de vida, lo superan. Carecen de una economía propia, dependen de las ayudas humanitarias, de los proyectos, de la acción de las ONG, no pueden desarrollar una agricultura y una industria, solo existe el sector servicios, el comercio, la pequeña ganadería de subsistencia, pero en las khaimas, tanto en las tradicionales como en las de cemento, hay una gran riqueza cultural y personal. En los campamentos faltan muchas cosas, que desgraciadamente en este mundo son necesarias para lo que conocemos como “vivir bien”, pero la familia y la solidaridad son las estrellas, los grandes tesoros del pueblo saharaui.
En las khaimas hay una gran riqueza cultural y personal
¿Qué tipo de actividades realizabas allí? Nuestras funciones principales eran dar clases de español como lengua extranjera en el campamento de Auserd y también asistir a las maestras tanto en su labor y formación pedagógica en general como en cuestiones especificas de la enseñanza y el propio aprendizaje y perfeccionamiento del español. Como parte activa del proyecto, en el que actualmente seguimos involucradas, también nos encargamos de la detección de necesidades y mapeo de recursos. Saber qué existe ya, como se puede mejorar, conocer otros proyectos y evidentemente conocer en más profundidad la organización social saharaui es esencial para poder mantener y hacer crecer el proyecto con coherencia, para que sea lo más significativo y duradero en el tiempo posible. Crear redes es una parte fundamental para que cualquier proyecto se afiance y avance.
¿Cómo describirías la situación que se está viviendo actualmente en el Sáhara?
Como en todas partes cada persona es un pequeño mundo. Si hablamos del pueblo saharaui en su conjunto, es un pueblo sabio, resiliente y resistente, pacífico. Son las personas más humanas que por el momento he tenido la oportunidad de conocer. Son símbolo de interculturalidad, todas las culturas y todas las opiniones son tratadas con perspectiva y respeto. Son amables y amigables con todos. El campamento en sí es una gran familia y así te hacen sentir nada más llegar. La educación y la familia son los pilares y eso es muy necesario.
Seguro que has vivido muchas anécdotas, ¿Cuál es la que te ha impactado más?
Es difícil elegir una. La que más cuento es un pequeño choque cultural con una adolescente. La adolescencia es ese momento en el que durante algún tiempo aspiramos a ser reconocidos como adultos y por lo tanto reivindicamos los símbolos que relacionamos con la vida adulta. Por ejemplo, estos pueden ser conducir, salir de fiesta...recuerdo que estas eran las típicas cosas que los adolescentes de mi época hacían para sentirse mayores. En otras realidades puede ser el hecho de casarse y formar una familia. Y bueno, tras preguntarme mi edad y estado civil, al no tener hijos ni pareja, eso le hizo preguntarme extrañada “¿A ti qué te pasa?”. Para mi compañera Carmen y para mi fueron muchas risas.
Son amables y amigables con todos, el campamento en sí es una gran familia
¿Cómo ha sido el contacto con la Oficina de Cooperación al Desarrollo?
Ha sido muy gratificante. Siempre nos han tratado con mucha amabilidad e incluso cariño. Es verdad que para cuestiones demasiado técnicas, de logística del
destino en concreto, dependemos de la experiencia previa de cooperantes y otras personas involucradas en el proyecto. Sería una locura que la oficina supiera el entresijo de cada viaje de cada proyecto, a los múltiples países a los que se viaja. Pero sí que el personal es muy profesional, sabe orientar muy bien para que sigas los pasos necesarios que exige la convocatoria, hay acompañamiento previo y posterior, un curso de orientación, unas jornadas de divulgación.
La verdad que el trabajo de la Oficina de Cooperación es intachable
¿Ha cambiado algo en ti después del viaje?
Volví con mucha más paciencia. Con otro ritmo. Aquí estamos siempre rodeados de exigencias ajenas y propias, a una falsa necesidad de productividad continua, incluso se espera que el ocio sea productivo. Se castiga socialmente la contemplación, el pasar tiempo con la familia y amigos. Y estamos un poco equivocados al respecto. Lo más sano y significativo es disfrutar del tiempo y de los tuyos sin exigir más que su coexistencia y atesorar esos recuerdos de lo cotidiano. Esa es la convivencia real. Charlar de la vida, de cualquier aspecto, con unos vasos de té y unos frutos secos. Después de unos meses el ritmo de aquí te vuelve a comer, pero ya has integrado parte de ese aprendizaje, has asumido su importancia y siempre va a ser una muleta más para soportar la vida.
¿Qué consejos le darías a otros miembros de la comunidad universitaria que deseen vivir una experiencia de cooperación?
Que no lo duden, que vayan. Eso sí hay que tener muy claro que por mucho que queramos no vamos a solucionar los problemas de base, esa responsabilidad no está precisamente en nuestras manos, pero vamos a ayudar a saltar algunos obstáculos, y lo más importante, atender a sus demandas. Debemos dejar a un lado el "salvacionismo blanco". Los pueblos conocen sus realidades, necesidades, son sabios y autónomos, solo que en muchos casos están desprovistos de medios, recursos, están oprimidos. Nosotros solo vamos a aportar parte de nuestro trabajo físico, intelectual y emocional desde nuestra posición algo más privilegiada, posición que hemos adquirido por nacer en un continente que políticamente ha destacado por el imperialismo, el extractivismo y la explotación, pero pertenecemos a una misma clase, a un mismo pueblo y entre iguales debemos apoyamos.
Los pueblos conocen sus realidades, necesidades, son sabios y autónomos