Juan Luis Arsuaga, paleontólogo
El reconocido paleontólogo Juan Luis Arsuaga dice que sigue siendo “un niño que se asombra”. Es una referencia mundial por sus hallazgos en Atapuerca, galardonado con numerosos premios a lo largo de su trayectoria, ejerce desde sus comienzos una labor de divulgador que adereza con su innata curiosidad y su deseo irrefrenable de exprimir la vida.
La Universidad de Sevilla le ha invitado a participar en el Congreso Internacional de Neandertales que ha reunido a numerosos expertos en la materia. Allí nos habla sobre nuestros ancestros y de los grandes descubrimientos que ha tenido en su experiencia vital.
¿Qué podemos aprender de los neandertales?
Podemos aprender mejor quiénes somos, qué tenemos de especial, de diferentes o exclusivos, cuáles son las características únicas que nos definen. Para saber quiénes somos tenemos que compararnos con otros. Los neandertales son el espejo en el que nos miramos.
¿Tenemos mucho en común con ellos?
Tenemos mucho en común con los neandertales y con los chimpancés. Tenemos el 99% de los genes en común con los chimpancés, así que, con los neandertales, mucho más.
¿Cuál ha sido el descubrimiento más importante en torno a los neandertales?
En Atapuerca hemos hecho grandes descubrimientos. Ahora trabajo en el tema del cerebro de los neandertales y de la pelvis. Excavo dentro de menos de un mes. Espero encontrar lo inesperado.
¿Cuándo le picó el gusanillo de la paleontología?
De niño, como todos los gusanillos. Sigo siendo el mismo que de niño se asombraba, el mundo de las cuevas, el mundo ancestral, siempre me llamaba mucho la atención. En ese momento vivía en el País Vasco, la de los dólmenes, con mucha niebla, la niebla de la Prehistoria, el misterio, la pregunta de por qué estamos aquí. La paleontología tiene componentes de naturaleza, de biología, de misterio, de arte…, toda esa mezcla me gustó.
¿Cuáles son sus grandes pasiones?
Disfrutar y aprender cada día. Soy epicúreo. Por ejemplo, ahora me encantaría bañarme, correr. Todo lo que tiene que ver con el cuerpo, la mente, el arte, me gusta. La calidad de vida, como yo la entiendo, tiene un componente muy importante de aprendizaje y de conocimiento, aprender cosas nuevas, ver cosas nuevas. Lo que más me gusta es aprender.
¿Qué es para usted aprender?
Es explorar, es una aventura, porque para aprender uno tiene que moverse de su zona de confort. Si nos quedamos quietos no aprendemos, nadie aprende sin hacer nada. Hay que ser proactivo, el conocimiento hay que ir a buscarlo. Es una aventura, una exploración, un viaje. Es una actividad romántica. Se puede resumir en salir y conocer el mundo.
Podía haberse quedado con la investigación solamente, pero dio un paso más allá.
Pasarse toda la semana trabajando e ir el sábado al supermercado no está hecho para mí. No puedo soportar eso. Necesito hacer algo que me mantenga permanentemente en movimiento, inquieto. La investigación entendida como rutina la hago, más bien la llevo conmigo. Un libro es un viaje, una aventura. Lo que yo practico es descubrir el movimiento perpetuo, la gran utopía de la física, algo que se mueve constantemente sin necesidad de suministrarle energía.
Dio un paso hacia divulgar, ¿qué reflexión le llevó a tomar esa decisión?
A la gente le interesaba lo que yo contaba y entonces, lo compartía. Todas estas cuestiones que tienen que ver con los orígenes interesan. A la gente le interesa lo que yo cuento porque ven ilusión y ganas. Me interesa todo, es mi alimento espiritual. La vida hay que exprimirla al límite. Es parte de la filosofía epicúrea a la que me adscribo, la búsqueda de la felicidad. No tenemos en Madrid jacarandas, así que venir a Sevilla para ver las jacarandas en flor ya es un regalo.
¿Cuál es su mayor descubrimiento?
Mi epifanía y lo que desde entonces me mueve es un poco lo que vio Humboldt y es que “todo está conectado”. Soy el antiespecialista y eso que hice mi tesis sobre el hueso coxal, concretamente. Pero la idea es que hay que volar alto para tener una perspectiva, una visión amplia. Eso es lo que tiene este mundo tan hermoso en el que vivimos, que todo está conectado y puedes hacerlo todo a la vez.
Lleva toda su vida estudiando el pasado, ¿qué le gusta más el pasado, el presente, el futuro?
El presente, que es donde vivo. Ayer leía una frase de Faulkner, “el pasado está siempre con nosotros, es más ni siquiera es pasado”.
¿Qué sería de la evolución humana sin la tecnología?
La tecnología es otra forma de evolución, es la prolongación de la evolución biológica. Hemos evolucionado biológicamente, luego tecnológicamente y ahora viene la inteligencia artificial, que es la prolongación de la evolución. Nada nuevo en realidad.
Después de tantos años de trabajo e investigación, ¿qué les recomienda a los investigadores?
Básicamente les recomiendo Shakespeare y Cervantes. Si no los conoces, no puedes ser un buen científico. Un divulgador no cuenta nada, solo comparte, eso es todo. Se piensa en nosotros como un profeta, que tiene una doctrina para iluminar al pueblo, pero el divulgador lo que hace es compartir.
Ha escrito mucho, ¿qué le aporta la escritura?
Es mi terapia, me he ahorrado mucho en psiquiatra. El mejor momento de mi vida es el sábado por la mañana en que levanto la tapa del ordenador, cojo mi café y comienzo a escribir. Insuperable, ese momento.
¿Ha dado ya respuesta a la pregunta “de dónde venimos”? Esa respuesta ya la sabemos y eso es lo que nos lleva a saber cada vez mejor quiénes somos. Adónde vamos es una pregunta que no tiene que responder la ciencia, sino la sociedad.
Todo está conectado, es lo que tiene este mundo tan hermoso en el que vivimos
Si no conoces a Shakespeare y a Cervantes no puedes ser un buen científico
El planeta que hemos heredado era mucho mejor que el que dejamos a nuestros hijos
La evolución humana hoy
La historia nos juzgará y nos condenará en cuanto a nuestro comportamiento con el planeta, pero nos aprobará y nos pondrá buena nota en lo que tiene que ver con el progreso social. En la generación de mi madre, las mujeres no podían viajar sin la autorización del marido. Hoy vas a un juicio y el juez es una mujer. Con todo lo que queda por hacer, se ha avanzado mucho. Hay muchas razones para estar satisfecho. La sociedad que hemos heredado y la que dejamos a nuestros hijos no se parecen en nada, dejamos una sociedad mucho más justa. Sería absurdo dudarlo. Ahora bien, el planeta que hemos heredado era mucho mejor que el que dejamos a nuestros hijos. Somos muy egoístas, no pensamos en nuestros hijos. Con lo cual, somos una generación contradictoria, ha habido mucho progreso social y mucho retroceso ecológico.