Mª Dolores López Enamorado, profesora de Estudios Árabes e Islámicos en la US

Lola, como es llamada por sus compañeros y amigos, ha vuelto a su plaza de titular de Estudios Árabes e Islámicos, y acaba de ser nombrada por el rector Delegada de la Universidad de Sevilla para las relaciones con África.

Es mucho más importante y más sólido lo que nos une que lo que nos separa

La Cruz de la Orden de Isabel la Católica
La Orden de Isabel la Católica reconoce aquellos comportamientos extraordinarios de carácter civil, realizados por personas españolas y extranjeras, que redunden en beneficio de la Nación o que contribuyan, de modo relevante, a favorecer las relaciones de amistad y cooperación de la Nación española con el resto de la comunidad internacional.

¿Qué significa para usted la entrega de esta medalla?
Supone el mejor cierre de mi etapa en Marruecos, y la mejor forma de regresar a Sevilla. Ha sido muy emocionante para mí. Pocos meses antes de iniciar la aventura en los Cervantes de Marruecos, el país vecino me condecoró, en julio de 2008, con la orden oficial del Wissam Al-Alaoui, que reconoce la labor de acercamiento entre España y Marruecos. A mi vuelta, doce años después, recibo de manos del rector, y a propuesta del Embajador de España en Rabat, la Cruz de Isabel la Católica, también un reconocimiento a las personas que favorecen las relaciones de amistad y cooperación, en mi caso, y nuevamente, entre España y Marruecos. Es para mí la mejor forma de cerrar este círculo, y puedo decir que vuelvo a casa con la satisfacción del deber cumplido.

En estos años en Marruecos al frente del Instituto Cervantes ¿se ha encontrado con dificultades por ser una mujer directiva en un país árabe?
Sí, sobre todo al principio. Mi primer destino fue Marrakech, donde se inauguraba el Instituto Cervantes. Fue en esos primeros tiempos cuando tuve realmente que conquistar un espacio que no solía estar reservado a las mujeres. Cuando veo las fotografías de los actos oficiales, en los que a menudo soy la única mujer, me vuelven los recuerdos de esa época, y los obstáculos que tuve que ir superando para ganarme el lugar que, probablemente, si hubiera sido un hombre tendría asegurado desde el comienzo. Una vez alcanzado, a partir de ahí todo ha sido mucho más sencillo. En cualquier caso, también en España, en Europa y en el mundo vemos hoy imágenes de actos oficiales en los que las mujeres seguimos siendo minoría. Cuanto más alto es el cargo, más llama la atención la ausencia.

Vivimos un momento muy delicado con el país vecino. ¿Qué valoración hace usted?
Hasta donde me llega la memoria, he podido ver que cada cierto tiempo se plantea una crisis que pone en peligro la supuestamente frágil estabilidad entre España y Marruecos. No quiero simplificar las cosas, pero sí decir que es entre vecinos cercanos y queridos entre los que se producen las peleas y las reconciliaciones. Tener problemas con Noruega parece poco probable, pero tenerlos con nuestros vecinos tan próximos es lo normal. A veces los motivos de las tensiones, de uno y otro lado, son sorprendentes, como lo ocurrido en Perejil, otras son irritantes, o indignantes. Pero siempre, tras la tempestad, ha venido la calma. Quien conoce Marruecos, y a los hombres y mujeres de ese país, sabe a ciencia cierta que es mucho más importante y más sólido lo que nos une que lo que nos separa. Quien por prejuicio o por ignorancia prefiere no conocer a nuestros vecinos, siempre magnificará estas crisis periódicas y pasajeras.

Tras más de una década viviendo en Marruecos vuelve a su plaza como profesora titular de Estudios Árabes e Islámicos en la US, donde se ha desarrollado la mayor parte de su actividad académica ¿Qué universidad encuentra, en comparación con la que dejó?
De momento, me he encontrado una universidad que me ha abierto los brazos, que no es poco. Me he sentido muy bien recibida. Es cierto que nada tiene que ver con la universidad que dejé. Pero creo que, además de los procesos de cambio de los últimos tiempos, ha influido mucho la pandemia, que ha puesto distancia entre las personas, y eso en la enseñanza, y en la vida, nunca ha sido bueno.
Sé que necesito un tiempo para adaptarme a las tremendas ausencias de personas muy queridas que no están, y a la presencia de una nueva generación que llena aulas, despachos y pasillos. Pero yo me adapto rápido, y desde luego mantengo la misma ilusión y el mismo entusiasmo con el que entré en esta Universidad de Sevilla hace 40 años, en 1981 como estudiante de Filología, y en 1988 como profesora en el Área de Estudios Árabes e Islámicos. La US es mi universidad.

Me he encontrado una universidad que me ha abierto los brazos, que no es poco