Mircea Cărtărescu

Gracias a la colaboración del Consulado de Rumanía, la Universidad de Sevilla ha podido organizar un encuentro en el Paraninfo entre el escritor y un público muy diverso, en el que habló de su vida, su obra y sus inquietudes “Por encima de todo valoro la sinceridad. Y siempre que me encuentro con el público veo que es una buena ocasión para ver que piensa la gente sobre el mundo, la literatura, y todo aquello que nos hace seguir viviendo”.

De la prosa pasa al relato, del relato a la novela, a los diarios, los ensayos, la literatura infantil y juvenil… Pero defiende que todo se sostiene, gracias a la poesía.
¿Saben qué es lo que tiene la prosa de diferente con respecto a la poesía? Autenticidad. En prosa no puedes mentir. En poesía puedes componer diez palabras, que choquen entre sí y que suenen bien, hay muchos impostores en poesía. Pero cuando escribes todos los días como un profesional, dos años, cinco años, no puedes ser un impostor. La prosa es verdadera, sincera, sientes que dices cosas importantes.

También es verdad que hay grandes poetas extraordinarios, como García Lorca, ¡que poeta fantástico! No puedes cansarte de leerlo. Pienso que todas las novelas se sostienen gracias a la poesía. Dostoievski decía que para escribir hacen falta dos cosas: muros para que no se caiga y pegar las paredes con una gota de poesía. Y es esa gota de poesía lo que me interesa de cualquier libro.

La educación está en crisis. Hay que involucrar a los jóvenes lectores como parte del proceso literario


Mircea Cărtărescu arranca este encuentro con el relato de una infancia dura, en una familia muy modesta, y su primer recuerdo de los libros.
El primer recuerdo que tengo de mí mismo es con un libro. Tenía unos dos años y vivía en unas condiciones terribles. Toda mi familia en una sola habitación pequeña, con un suelo de cemento, de tal manera que hasta que cumplidos años mi madre no me dejó tocar el suelo, estaba solo en la cama. Y en este primer recuerdo estoy sentado en el regazo de mi madre y ella tiene un desplegado un libro delante de mí. Así pues, la principal alegría de mi vida, hasta hoy, han sido los libros. Ya de adolescente leía al menos ocho horas al día. Mi madre me mandaba a la calle a jugar, pero al cuarto de hora me volvía a encontrar en la puerta porque lo único que me interesaba era volver a la habitación para seguir leyendo libros.

Nos cuenta el escritor que esa afición por los libros le ha acompañado toda su vida y le ha supuesto también vivir al margen de la propia vida.
Desde niño no podía estar sin leer. Un árbol no era real ni no lo leía en un libro, y esta curiosa esquizofrenia me ha acompañado toda mi vida. Para entender algo tengo que escribir sobre ello, para entender el mundo político tengo que escribir sobre los tiempos políticos, si no escribo no entiendo nada. Para amar tengo que leer una novela de amor, para tomar un modelo de esa fuente. He vivido siempre así y he sido muy feliz, pero al mismo tiempo soy consciente que he pasado por el borde de la vida, y esta es la tragedia del artista. El artista, al igual que el científico, el filósofo, bordea la vida, es un gran riesgo y destino. Finalmente, tras cumplir los 50 he conseguido reconciliar y creo que ya puedo disfrutar al mismo tiempo de la vida, del amor y de la literatura.

En su primer contacto con la Universidad en los años 70 nos cuenta que, a pesar del aire irrespirable de la Rumanía de esos años, fueron los años en los que realmente se descubrió como poeta.
Tuve la gran fortuna de acudir a la Facultad de Filosofía y Letras de Bucarest y allí encontré a mis compañeros de generación, por lo que los años 70/80 fueron los mejores de mi vida. A pesar del comunismo, a pesar de la dictadura y el aire irrespirable de la Rumanía de esos momentos. Vivíamos en un mundo aparte: nos reuníamos, nos leíamos poemas, y escribíamos sólo poesía.

No nos interesaba nada más, teníamos un desprecio total por el Gobierno de Rumanía en aquello época y para nosotros un verso de Paul Valery era mucho más importante que la miseria que nos rodeaba. Fueron unos años deslumbrantes en los que leíamos toda la poesía contemporánea e intentábamos escribir de la forma más moderna posible. Esta generación descubrió América, hasta ese momento se había vivido bajo la influencia de la literatura europea, fundamentalmente la francesa y la alemana. Nosotros de repente cruzamos el Atlántico y descubrimos una literatura diferente, más directa, más sincera, más humana. Con puntos de violencia y puntos de éxtasis. Y lo más importante: una literatura que estaba en contra del ‘establishment’. Éramos una especie de oasis de disidentes en un país ocupado. En esa época descubrí también la amistad, el amor, la alegría de vivir.

Dostoievski decía que para escribir hacen falta dos cosas: muros para que no se caiga y pegar las paredes con una gota de poesía. Y es esa gota de poesía lo que me interesa de cualquier libro

Mircea Cărtărescu evita el encasillamiento en el género literario, aunque se considera, sobre todo, un poeta.
No me defino necesariamente como escritor, no me gusta esa palabra. Hay palabras que no deberían ser utilizadas por las personas implicadas, por ejemplo, la palabra profeta, ningún profeta se llama a si mismo profeta, como ningún sabio de verdad se llama a si mismo sabio. Deben decirlo los demás. Me considero una persona corriente, que tiene esa costumbre extraña de escribir. He tenido siempre ese deseo, que viene en el mismo paquete del deseo de leer. Aun hoy en día yo me sigo considerando un poeta y creo que mis novelas son una especie de poema. Después de escribir mucha poesía sentí la necesidad de hacer otra cosa, necesitaba espacios más amplios y descubrí la prosa, me enamoré de la prosa. Y hoy en día sigo escribiendo con el mismo placer inmenso que lo hacía a los treinta años.

El libro ha sido demolido por las otras vías de comunicación, una imagen vale más que mil palabras

En diversas ocasiones ha manifestado que los adultos no le interesan como personajes, prefiere a los niños y los adolescentes.
Tenemos mucho que aprender de los niños. En mi opinión ser poeta quiere decir seguir siendo niño. La poesía está en todas partes, es el aire que respiramos. Cuando somos pequeños y no estamos aún deformados por la educación, somos todos poetas. Los niños pequeños son inimitables, las metáforas que utilizan, la creatividad. A partir de los cuatro años estas cualidades empiezan a retroceder porque se van integrando en el mundo real, con las reglas de los adultos. Y esa gota de poesía se va evaporando. En unos pocos esa gota persiste, y siguen siendo poetas y niños hasta la vejez. Estas personas son niños y poetas hasta el final, y es el tipo de gente que más me gusta. No se involucran en el mercantilismo, en la envidia, la rapacidad entre los seres humanos. Conservar el espíritu limpio, eso es lo que podemos aprender de los niños.
La educación está en crisis, declara el autor rumano, y añade que no hay que hacer historia de la literatura, sino involucrar a los jóvenes lectores como parte del proceso literario.
La educación está en crisis en todo el mundo, y nadie sabe cómo enseñar literatura. Sin embargo, es muy fácil. Los jóvenes tienen que leer, desde la Primaria hasta la Universidad. Si como joven sabes que todos los escritores están muertos no los vas a leer jamás, no habría que hacer historia de la literatura, y no habrías que hacer esos aburridísimos análisis críticos. Los jóvenes están acostumbrados a ver pantallas, no libros, ya no estamos en la Galaxia Gutenberg. El libro ha sido demolido por las otras vías de comunicación, una imagen vale más que mil palabras. A los jóvenes la literatura les parece lenta, sin embargo, tienen que saber que la persona que lee libros es el escritor de ese libro, el libro exige tu colaboración total y eres el compañero del escritor mientras lo lees. Nadie lee el mismo libro. El libro es un recipiente que nosotros llenamos con nuestro contenido interior. Y esto es algo que no ocurre con ninguna otra manifestación artística.

Sobre el eterno rumor de que en cualquier momento recibirá el Nobel, prefiere mantenerse al margen
Ha empezado a ser un rumor más consistente en los últimos años, para mi provocación, pero sigue siendo algo bastante abstracto. No me planteo la posibilidad concreta de lograrlo. El hecho de que otros digan de mí que soy merecedor del Nobel es muy agradable, pero he decidido no creer en ello y por eso no me pesa nada. De todos modos, aunque me lo creyera, no me serviría de nada.

Sobre la invasión de Ucrania, Cărtărescu expresa su temor a que el conflicto se extienda a su país.
Se ha visto una clara solidaridad con Europa y la OTAN, pero en Rumanía tenemos una larga frontera con Ucrania y podemos ser la siguiente víctima. Para mí ha sido una grata sorpresa ver que los ucranianos no se han asustado, están muy decididos a resistir los ataques de Putin, y yo los apoyo con toda mi fuerza. Los ucranianos son nuestros vecinos, se parecen mucho a nosotros y sentimos hacia ellos una simpatía natural. Me cuesta encontrar las palabras para expresar lo que significa Ucrania en estos momentos, pero les estoy muy agradecidos por todo lo que están haciendo allí. Nos dan esperanza, están ganando tiempo con un sacrificio increíble. En estos momentos Ucrania es un país heroico, su presidente es un héroe, y creo que necesitan profundamente a los demás.