Mis razones para divulgar
No hace tanto del tiempo en el que la divulgación la teníamos que hacer a escondidas, estábamos en la clandestinidad y casi nos avergonzábamos delante de esos profesores “serios” que no se rebajaban a esas vilezas. Puede parecer exagerado, pero os aseguro que era así. Afortunadamente, esto ha cambiado y las instituciones se han dado cuenta de la importancia de la divulgación como correa de transmisión entre la sociedad y el conocimiento que se genera y se atesora en nuestras universidades y centros de investigación. Necesitamos una sociedad culta que valore la ciencia y el conocimiento como motores de progreso y bienestar. Es cierto que invertir en ciencia (entendiendo la ciencia en el sentido más amplio posible) es caro, muy caro, pero más costoso es aún no invertir en ella.
Pero, como digo, los tiempos han cambiado y nuestra universidad está apostando claramente por potenciar la divulgación. En una apuesta que confío en que cada día se vea más reforzada. Prueba de dicho esfuerzo son actividades como Tesis en 3 minutos cuya tercera edición en la US se celebra en noviembre de 2021 (recogiendo una idea de la Universidad de Queensland (UQ), Australia, donde se viene desarrollando desde el año 2008). Creo sinceramente que dicho concurso es una extraordinaria puerta de entrada para algo tan bonito como divulgar el conocimiento que esos jóvenes investigadores e investigadoras de nuestra universidad están generando.
Quiero aprovechar esta tribuna que me brinda mi universidad no para repetir palabras que se han dicho muchas veces (afortunadamente, cada vez más), sino para hablar de mí misma, de los beneficios que me ha aportado la divulgación. No como un ejercicio de egocentrismo, sino para intentar aportar mi pequeño grano de arena para convencer a todos mis compañeros, a todos los alumnos y a los potenciales lectores de estas líneas de que la divulgación no es altruista, sino profundamente egoísta (en el buen sentido de la palabra si es que eso es posible): recibimos mucho más de lo que damos.
Casi quiero mencionar de pasada lo más gratificante: esa cara de una niña con ojos como platos y sonrisa de oreja a oreja cuando resuelve un reto que se le ha planteado, cuando ven la aplicación insospechada a priori de una herramienta matemática. O ese abuelo que se acerca tímidamente y te comenta cuánto le gusto cierto programa de radio. Ni tampoco quiero centrarme, aún siendo muy importante, en lo enriquecedor que es conocer a gente de muchas procedencias, formaciones e intereses.
No son esos los factores de los que quiero hablar (aunque el lector o la lectora, a la que no se le escapa nada, ya ha comprobado que los he colado de rondón), sino de otros tres beneficios más directamente relacionados con mi quehacer profesional “normal” como profesora e investigadora dentro de una universidad pública como la nuestra.
Los tiempos han cambiado y nuestra universidad está apostando claramente por potenciar la divulgación
En primer lugar, la divulgación me ha permitido conocer mejor las cosas que ya sabía: no hay nada como tener que explicar algo para aprenderlo en profundidad y si ese algo se ha de mostrar a un público no especialista y en un tiempo tan limitado como tres minutos, aún más: hay que saber extraer lo fundamental, comunicar, enganchar a tu audiencia con pocas palabras de algo que ha costado años en adquirir. No diré que es como extraer la esencia de un aroma porque sonaría muy cursi (¿o ya lo he dicho?).
En segundo lugar, la divulgación me ha permitido adquirir nuevos conocimientos, aprender cosas que desconocía dentro de mi propia disciplina. Cuando una se prepara para una charla, un vídeo, un taller o una intervención en la radio, siempre hay que buscar ese ejemplo, esa aplicación que permita acercarte a tu audiencia, al público y ello te lleva, a veces, a descubrir parte de tu materia que desconocías.
Necesitamos una sociedad culta que valore la ciencia y el conocimiento como motores de progreso y bienestar
Por último, permítaseme contar con un poco más de detalle, cómo la divulgación me ha permitido tratar temas de investigación nuevos para mí e integrarme en un grupo de investigación multidisciplinar con resultados a los que yo no hubiera podido llegar por mí misma. Hace algún tiempo, escribí un par de artículos divulgativos sobre una herramienta de mi área de investigación llamada diagramas de Voronoi. Un biólogo, LuisMa Escudero, también de la US, leyó dichos artículos y pensó que esa era la herramienta que necesitaba para la descripción de las formas de las células epiteliales que él estaba estudiando y se puso en contacto conmigo.
Así que después de unos breves contactos preliminares se formó un grupo en el que no solo hay biólogos y matemáticos, sino también físicos, informáticos y hasta graduados en una disciplina que existe en pocas universidades españolas (afortunadamente la US es una de ellas) como es ingeniería de la salud. Después de varios años de trabajo conjunto conseguimos describir la forma de dichas células (es un escutoide) y publicar nuestros resultados en la prestigiosa Nature Communications. No solo eso, nuestro trabajo ha sido uno de los de mayor impacto de dicha revista en los últimos años.
No me cabe ninguna duda de que ello no lo habría podido conseguir sin la divulgación.